RETRATOS CONTEMPORÁNEOS

Padre Louis-Edouard Cestac visto por sus contemporáneos 

  • por Edmond Puyol (1835-1904)

Mr. Puyol nació en Bayona, conoció desde niño, al Padre Cestac. Escribió una biografía, editada en 1.878. Leemos:


"El Bon Père era de estatura un poco inferior a la media, bien proporcionado; su temperamento era sano y robusto. El aspecto del hombre, desde el primer momento, inspiraba simpatía y respeto. Los rasgos recogidos, la fisionomía dulce y fina, la sonrisa acogedora, la mirada escrutadora.

La acogida del Bon Père era fácil y agradable; su conversación variada, pintoresca, cautivadora; su humor igual y jovial. El timbre claro de la voz tenía un acento penetrante. El gesto, sobrio y expresivo, afortunadamente acompañado de la palabra.

La inteligencia del Bon Père, amplia y fácil, podía alcanzar y, alcanzaba con éxito, ramas de los más diversos conocimientos humanos.  Ejecutaba sin fatiga los problemas más arduos.

La voluntad era firme. Lentamente, pero seguro, apaciblemente, pero invencible, el fundador trabajaba para el éxito de sus deseos, sin que ningún obstáculo le desanimara.

¡Suerte extraordinaria! Ese espíritu de escogido, ese carácter de hierro, estaba dotado de un tierno corazón… Unía una extrema sensibilidad a las cualidades, parece ser, las más opuestas. Fue por el corazón que ejerció influencia y completó de forma maravillosa el raro conjunto de sus facultades.

Tal era el hombre."


  • por Jean-Michel de Madaune (1831-1…)

En su obra “El heroísmo sacerdotal”, editado hacia 1890, el sacerdote de Madaune diseña con algunos trazos los retratos comparados de Michel Garicoïts y de Louis-Edouard Cestac.  El autor originario de Auriac (Pirineos Atlánticos), conoció a los dos sacerdotes de los que escribe una corta biografía.


"A la manera de San Pablo, la espada de doble filo en la mano, el abate Garicoïts corre en todos los combates repitiendo: "Ecce venio"… En él, es una manifestación completa de la naturaleza vasca, ardiente, ruda y militante. Alma apacible y dulce, piedad sonriente,  humano en su elevación sobrenatural, el padre Cestac encuentra la victoria invocando el único nombre de María…

Desde su infancia,  ávido de armonía, Louis-Edouard sostiene de manera especial el arco del violín; la mano nerviosa de Michel, por el contrario, se complace con la maquila. El uno canta con los ojos mirando al cielo; el otro reza arrodillado, con la cabeza inclinada hacia el suelo.

Y, no obstante, Dios escuchaba a esas dos almas elevándose igualmente hacia Él con un ritmo diferente."


  • por Martin Etienne Ardoin (1828-1909)

M. Ardoin era lugarteniente comandante militar de la Villa Eugenia, en Biarritz. Testigo del proceso del Ordinario” (1898 - Proceso relativo a la Beatificación y a la Canonización), nos da algunos rasgos del Padre Cestac.


"Conocí personalmente al Padre Cestac desde 1856. 

M. Cestac tenía un temperamento tranquilo, su actividad era el fruto de su celo. Su salud era buena, su aguante poco ordinario. Actuaba con firmeza, pero sin dureza. Su actitud, sin ser rígida, ni circunspecta; era muy modesto. Su mirada muy dulce, reflejaba el sentimiento de su alma. Su conversación era atrayente e interesante, sin afectación. Era edificante; brotaba de su corazón. Acogía voluntario las observaciones. Al mismo tiempo era austero y amable.

M. Cestac era muy sincero en sus palabras y en sus hechos. Era derecho como una "i". Sentía de verdad las cosas, pero jamás se dejaba llevar por la cólera. Nunca lo vi en ese estado."


  • por Clément-Léonce Dubosc de Pesquidoux (1829-1900)

C.L. Dubosc de Pesquidoux, hombre de Letras, visitó con un amigo, Notre Dame du Refuge. Encontró al Padre Cestac.  El retrato que da, apareció primero en la "Revista del Mundo Católico" en 1874; más tarde en su obra “Vírgenes y Arrepentidas” en 1888.


"El sacerdote Cestac tenía entonces sesenta y tantos años, simpático y dulce, discreto y educado, talante sacerdotal y paternal, pequeño, un poco fuerte; el ojo fino, inteligente y atractivo;  espiritual, hablando bien, pero muy vivo; hay que decir más del cielo que de la tierra.

Viéndolo y escuchándolo, nadie se extrañaba de que hubiera sido elegido para semejante obra: su fe, su piedad, su amor de Dios, su amor por los hombres, les predestinaban a favores divinos que le hacían cumplirlos con dignidad. Debo añadir que su inteligencia y su ciencia estaban al nivel de su piedad y de su fe.

El padre Cestac pertenecía a la fuerte generación de sacerdotes y de religiosos que, por sus altas y potentes facultades, su trabajo incesante, sus producciones eminentes, contribuyó tanto como por sus virtudes, a la reacción religiosa de nuestro siglo y a las victorias de la Iglesia."


  • por Jules Labat (1819-1914)

Nacido en Bayona en 1819, J. Labat fue alcalde de su Villa natal de 1852 a 1869. Llamado como testigo del proceso Ordinario (1898) y Apostólico (1909), procesos referentes a la Beatificación y a la Canonización ,da algunos elementos de la fisionomía del padre Cestac.


"Conocí personalmente al padre Cestac. Tuve contactos con él desde alrededor de 1850 hasta su muerte.

Siempre lo conocí muy educado, muy cortés, muy exacto al expresar los deberes de ciudadanía y a guardar el decoro social. Su fisionomía reflejaba la bondad y la caridad que le llevaban a dar servicio a todo el mundo. Su mirada, que siempre me llamó la atención,  se elevaba hacia el cielo indicando donde se encontraba habitualmente su pensamiento. A juzgar por su exterior y por su conversación, era muy humilde, nunca hablaba de sí mismo y parecía no preocuparle su persona."


  • por Joseph Schneider

Sabio agrónomo, J. Schneider, viene a Biarritz en 1854; donde más tarde se establece. En su obra "El Monasterio de Anglet, dicho Notre Dame du Refuge", aparecido en 1873, leemos:


"Que se nos permita esbozar el retrato de M. l’abbé Cestac.

La cabeza del padre Cestac ofrecía un aspecto agradable, distinguido, benévolo: rasgos regulares, piel fresca y cabello blanqueado en la época que le conocí…La movilidad, la penetrante mirada anunciaban un espíritu vivo y escrutador; la fineza de su sonrisa, la contracción de la boca, anunciaban un sabio reservado. Su palabra era dulce y persuasiva, frecuentemente mística, voluntariamente predicativa, llegando en la cátedra hasta la elocuencia. El gesto respondía a la palabra, y completaba y mantenía lo que cualquier clarividente juzga a un hombre que se posee, cuyo dominio, mitigado también por la gracia, se impone fácilmente. De talla mediana y robusto, con un temperamento sabio y nervioso, bajo la observancia de una sobriedad inalterable, el creador del monasterio había podido afrontar muchas fatigas, soportar muchas pruebas.

Se comprende que, con una tal individualidad, la fuerza física nunca le falló para la llamada de la voluntad, es decir, de la inteligencia. Inteligencia vasta, que se abría a todas las aptitudes, incluso las más exclusivas en la mayoría de los hombres: virtuoso, por ejemplo, y matemático; literato y filósofo cada cosa a su tiempo; organizador, gerente, agrónomo, negociante, industrial y vendedor. Espíritu neto y positivo, donde la fecundidad engendró múltiples instituciones y tan diversas, sin que se confundiera,  estando en contacto con ellas…

Si a estas cualidades se les añaden las virtudes del padre Cestac, tendremos como un conjunto de los hermosos caracteres de nuestra época."